Durante años, la conversación sobre infraestructura crítica se ha centrado en lo físico: energía, agua, salud, transporte, telecomunicaciones y sistemas financieros. Sectores esenciales, sin duda.

Pero hoy la realidad es otra. Un error en una plataforma de nube puede generar el mismo nivel de disrupción que un apagón masivo. Lo vimos con Cloudflare, lo vimos con AWS. Y lo seguiremos viendo mientras lo digital no sea reconocido formalmente como infraestructura crítica.
Las interrupciones no esperan a ser validadas como “críticas” antes de fallar; simplemente ocurren. Y mientras el país no actualice esa definición, las organizaciones deben avanzar por su cuenta para reducir su exposición.

Ante esta realidad, desde Netdata planteamos cuatro acciones inmediatas y coordinadas para cerrar esta brecha:
1. Reconocer la nube como infraestructura crítica, incluso antes de que lo diga la regulación.Para muchas organizaciones, la nube ya sostiene procesos esenciales. Tratarla como infraestructura crítica implica asignar recursos, controles y prioridades equivalentes a los que hoy existen para sectores tradicionales.
2. Mapear las dependencias invisibles, especialmente en servicios de terceros.Las últimas interrupciones demostraron que muchos impactos provienen de componentes externos que pocos tenían identificados. Conocer esas dependencias, entender su rol e impacto y determinar alternativas es fundamental para evitar apagones digitales en cadena.

3. Diseñar continuidad operativa digital desde la arquitectura, no solo como un plan reactivo.La continuidad no puede basarse en documentos, sino en sistemas preparados para fallar. Esto exige arquitecturas que contemplen tolerancia a errores, segmentación funcional y procesos esenciales capaces de mantenerse activos incluso con servicios externos indisponibles.
4. Establecer estándares compartidos de resiliencia entre proveedores cloud, reguladores y organizaciones.Hoy cada actor evalúa riesgos con criterios propios, lo que genera vacíos y expectativas disparejas. Definir estándares comunes —exigencias mínimas, prácticas de respuesta y niveles de servicio claros— permitiría alinear responsabilidades y reducir la fragilidad sistémica.

La infraestructura crítica del siglo XXI no está hecha solo de concreto y acero.Está construida con líneas de código, servicios dispersos y plataformas digitales que ya no podemos darnos el lujo de tratar como opcionales. Reconocerlo no es un gesto técnico: es una decisión estratégica para proteger la continuidad del negocio y del país.



