Durante la gran interrupción nacional del 25 de febrero de 2025, más del 95 % de la población chilena quedó sin electricidad. Ocho millones de hogares vivieron desconectados y diversas ciudades quedaron paralizadas.

Hace unos días, el 20 de octubre, más de 370.000 usuarios de la Región Metropolitana volvieron a experimentar un corte masivo. Y en distintas regiones del país, los apagones parciales se han vuelto parte de la rutina. ¿Qué ocurre dentro de las comunidades cuando la electricidad desaparece?
Los ascensores y escaleras mecánicas, que usamos cada día para movernos verticalmente, dependen por completo de la energía eléctrica. Cuando esta falla, no solo se apaga la luz: se detiene la movilidad. En un país donde más del 40 % de la población vive en edificios, el impacto es profundo.

Hoy, el 14 % de los habitantes tiene 65 años o más y dependen directamente del transporte vertical para su autonomía. Un corte eléctrico puede significar que no puedan salir de su departamento, asistir a una cita médica o participar en la vida comunitaria. En casos de emergencia, la falta de funcionamiento del transporte vertical puede ser crítica: personas atrapadas entre pisos, enfermos que no pueden ser evacuados o rescates que se retrasan.
La movilidad vertical es un derecho silencioso. Postergar mantenciones o modernizaciones no es una opción. Muchos ascensores con más de 20 o 30 años de servicio carecen de sistemas de rescate automático o respaldo energético, quedando expuestos ante cualquier interrupción eléctrica. Avanzar hacia una infraestructura más segura y moderna no es solo una necesidad técnica, sino también social.

En Schindler trabajamos cada día para que los edificios presenten los más altos estándares de seguridad. A través de servicios digitales como el Centro de Operaciones Técnicas (TOC), monitoreamos nuestros equipos en tiempo real, anticipando fallas y actuando con rapidez ante emergencias. Así garantizamos que cada persona pueda desplazarse con confianza, incluso frente a imprevistos.
La conectividad en la nube permite el monitoreo remoto y la resolución de incidencias mediante algoritmos avanzados, lo que se traduce en un mayor tiempo de actividad, una detección más rápida de posibles fallas, menos intervenciones presenciales y una mejor experiencia para los usuarios.

Chile avanza hacia un futuro cada vez más urbano y vertical. Si queremos ciudades seguras e inclusivas, debemos entender que la infraestructura no termina en las calles: también está en los pasillos de nuestros edificios, los ascensores y en la posibilidad de que todos quienes son parte de una comunidad, sin importar su edad o condición, puedan seguir moviéndose, incluso cuando el país se queda sin luz.



