Si algo quedó demostrado en los últimos años, es que la fortaleza del sistema de salud descansa en su personal. Médicos, enfermeras, tecnólogos, administrativos y equipos de apoyo son el verdadero motor de un sistema que funciona bajo presión constante, con una creciente complejidad asistencial y una demanda social que no cesa.

Según la World Health Organization (OMS), se estima que para 2030 habrá un déficit global de aproximadamente 11 millones de trabajadores de la salud, lo que evidencia la presión creciente sobre los equipos clínicos y de apoyo.
En ese contexto, la tecnología no puede ni debe reemplazar su labor: su función es acompañar y potenciar. De hecho, aunque el 70% de los líderes de TI en salud declara estar satisfecho con el valor de sus inversiones tecnológicas, un 73% advierte que las limitaciones en capacidades (datos, infraestructura, formación) obstaculizan su potencial. Esto refuerza que la tecnología es un aliado, no un sustituto.

Hoy, el principal desafío de los equipos clínicos va más allá de la falta de información; es que la data es mucha, no es uniforme, es un exceso y está muy dispersa. La fragmentación de los datos entre hospitales, centros primarios, laboratorios y aseguradoras no interactúan siempre, lo que genera brechas en la continuidad del cuidado y, en la mayoría de los casos, obliga a los profesionales a tomar decisiones con información incompleta.
Esta realidad se refleja en un estudio publicado en MDPI Information en 2025 (From Data Silos to Health Records Without Borders: A Systematic Survey on Patient-Centered Data Interoperability), que advierte que los sistemas de información sanitaria han creado “silos de datos aislados entre los proveedores de salud”, dificultando el acceso oportuno y completo a la información clínica. Esa realidad tiene consecuencias clínicas, operativas y humanas que se deben abordar con urgencia.

Las soluciones de interoperabilidad y gestión de datos sanitarios son las herramientas que permiten revertir ese escenario. Al integrar las distintas fuentes de información en un entorno común, los equipos de salud pueden acceder a una visión unificada del paciente, con antecedentes actualizados, exámenes previos y tratamientos vigentes, independientemente del sistema donde se originaron conversando entre ellos. Lo destacable de esto es que reduce errores, evita la duplicidad de procedimientos y optimiza tiempo clave que puede volver al lugar donde realmente importa: la atención directa.

En nuestra experiencia, cuando la tecnología está bien integrada, los funcionarios de los sistemas de atención de salud, recuperan algo invaluable: confianza en los datos. Y es que el estudio “Routine health data use for decision making and its associated factors among primary healthcare managers in Dodoma region” (2024) halló que el 63,3 % de los gestores de atención primaria usaban datos rutinarios de salud de manera adecuada para la toma de decisiones.
Además, encontró que la capacidad de “verificar la exactitud de los datos” aumentaba en 3 veces la probabilidad de una toma de decisiones bien informada. Esa confianza permite tomar decisiones más rápidas y seguras, coordinarse mejor entre niveles de atención y, sobre todo, reforzar el vínculo humano con el paciente.





