En el mundo empresarial, escasas decisiones son tan complejas, como la manera en que una empresa decide crecer. Esta elección no solo demuestra una visión estratégica, sino que también establece el ritmo, la inversión y el tipo de competencias que se necesitarán potenciar. Es así como la disyuntiva entre crecer de forma orgánica versus inorgánica continúa siendo una de las decisiones más difíciles e importantes de tomar.

Por su parte, el crecimiento orgánico se logra a través de los recursos internos de las empresas: nuevas gamas de productos, aumento en la potencia de ventas, expansión geográfica, inversiones en marketing, mejora de los medios de distribución y desarrollo interno de competencias.
Es un modelo que prioriza la sostenibilidad, la supervisión de las operaciones y el fortalecimiento de una cultura organizacional sólida. Por lo general presenta un riesgo económico reducido, ya que no requiere de grandes desembolsos iniciales ni deuda externa, pero también demanda más tiempo y una implementación estratégica continua para lograr resultados visibles.

En cambio, el crecimiento inorgánico implica la expansión mediante la adquisición de otras empresas, fusiones o alianzas estratégicas. Permite un avance rápido, la incursión en nuevos mercados, la obtención de bases de clientes ya existentes, la entrada a tecnologías de vanguardia y la incorporación de talento esencial de manera instantánea. Es una estrategia favorable especialmente en áreas donde la innovación es acelerada y la competencia es intensa. Sin embargo, los procesos de integración pueden ser complejos, las diferencias culturales pueden interferir con la productividad, y la permanencia del equipo humano clave no siempre está garantizada. Además, el desembolso financiero inicial es significativo, y la rentabilidad de la inversión se fundamenta en gran parte en la sinergia entre ambas partes.
La razón de elegir una ruta u otra no es simplemente económica, sino que también se relaciona tanto al periodo que está atravesando la compañía, su habilidad para adaptarse, el entendimiento que tiene de los mercados a los que aspira entrar cómo a su grado de madurez organizacional. Frecuentemente, se propone una falsa dicotomía: que el crecimiento orgánico es pausado pero seguro, versus el crecimiento inorgánico que es más acelerado pero peligroso. Lo cierto es que ambas rutas necesitan una visión estratégica, una planificación meticulosa y una ejecución disciplinada.

El caso de América Latina resulta particularmente atractivo para examinar esta tensión. Por ejemplo, en países como Chile, hay un ambiente propicio para ambos tipos de crecimientos. La estabilidad macroeconómica, las políticas claras para la inversión internacional, una inflación reducida en comparación con el resto de la región, y una robusta estructura jurídica hacen que el país sea una plataforma perfecta para el crecimiento de las empresas. Además, su red de tratados de libre comercio y su conexión logística le proporcionan un sitio estratégico para su expansión a otros mercados a nivel mundial.
El ecosistema de innovación en Chile está en constante expansión: incubadoras, aceleradoras, fondos de capital de riesgo y programas de apoyo a startups fomentan el surgimiento y expansión de empresas tecnológicas, disminuyendo las barreras de entrada y reduciendo los peligros que perciben los inversores extranjeros.

Esto último convierte al país en un ambiente favorable tanto para las compañías que quieran establecer su presencia desde el comienzo (modelo orgánico), como para las que opten por adquirir startups o empresas en crecimiento que ya operan a nivel local (modelo inorgánico).
Sin una estrategia clara, sin una comprensión minuciosa del mercado y sin un alineamiento con los valores y competencias internas de la empresa, el crecimiento puede ser más perjudicial que beneficioso. La aspiración por expandirse rápidamente puede llevar a grandes errores si no se consideran adecuadamente las diferencias culturales, las regulaciones locales y las capacidades de implementación. Asimismo, permanecer leal al crecimiento orgánico sin explorar oportunidades inorgánicas puede significar perder posición frente a competidores más rápidos o con mayor financiación.

No hay una respuesta única. Estas son decisiones estratégicas que deben adaptarse al contexto, al propósito y a las habilidades auténticas de cada entidad. Es vital comprender que tanto el crecimiento orgánico como el inorgánico pueden transformarse en herramientas eficaces si se utilizan con inteligencia, con una perspectiva de largo alcance y con un entendimiento profundo del entorno.
Crecer no es simplemente expandirse; implica construir, consolidar y proyectar un propósito a lo largo del tiempo. Y escoger cómo hacerlo, es elegir el tipo de compañía que se desea ser.