El evento Señales 2026 organizado por ICARE nos deja varias ideas para reflexionar y para cualquier persona que trabaje en negocios, marketing, políticas públicas o desarrollo social: el mayor cambio que enfrentará Chile en los próximos años no será tecnológico ni económico. Será demográfico. Y esta transformación ya está ocurriendo frente a nuestros ojos.

Durante décadas, construimos estrategias, productos y políticas basadas en un imaginario muy estable: la típica familia chilena compuesta por cuatro personas. Ese arquetipo funcionó como referencia narrativa, comunicacional y estadística. Sin embargo, esa familia ya no existe. Hoy Chile es un país con hogares más pequeños, más diversos y más fragmentados. Y ese cambio está desafiando todo lo que creíamos saber sobre consumo, comunicación y comportamiento social.
Los datos más recientes lo confirman. Hoy el 14% de la población chilena tiene más de 65 años, pero en 2050 ese porcentaje llegará al 26%. Esto no es solo un “país que envejece”; es un cambio estructural que impactará salud, pensiones, movilidad, vivienda, recreación y servicios financieros. El adulto mayor ya no puede ser tratado como un segmento marginal: será uno de los más grandes y más activos.

Al mismo tiempo, los hogares con niños se redujeron a la mitad en 30 años, llegando apenas al 34% ¿cerrarán colegios emblemáticos?. Este fenómeno altera profundamente industrias como alimentos, educación, vestuario, retail y entretenimiento. Si la estructura de los hogares cambia, también cambia la forma en que se compra, qué se compra, cuánto se compra y en qué formato.
Por otro lado, hay un dato que suele pasar desapercibido pero que es quizás el más revelador: los hogares unipersonales se triplicaron. Cada vez más chilenos viven solos por elección o por circunstancia. Esto abre oportunidades gigantes —que muchas empresas aún no ven— en logística, servicios on demand, productos de porción individual, soluciones para espacios pequeños y experiencias personalizadas.

Y, mientras todo esto ocurre, la Generación Z ya representa el 25% de la población. Es la generación más grande de nuestra historia. Una generación que exige rapidez, autenticidad y coherencia, pero que además exhibe una característica que desafía décadas de marketing tradicional: la baja lealtad a las marcas. Ganan las marcas que conversan, no las que interrumpen; las que se adaptan, no las que insisten.
Este nuevo escenario obliga a replantear algo fundamental: el marketing tendrá que segmentar mucho mejor sus mensajes y los productos deberán adaptarse a formatos más flexibles y diversas realidades de hogar.

El viejo modelo de “talla única” dejó de funcionar. Ya no basta una sola narrativa publicitaria, un solo formato de envase ni un solo tipo de experiencia de cliente.
Lo que está cambiando en Chile no es un dato aislado: es el mapa completo.
Y quienes sigan diseñando para el país de antes, inevitablemente quedarán atrás.
La pregunta no es si Chile cambiará. Es si las marcas, las empresas y las instituciones se adaptarán a la misma velocidad



