En los últimos meses hemos visto titulares que celebran la llegada de la inteligencia artificial generativa a las organizaciones como si fuera la gran panacea.

Sin embargo, un reciente informe denominado “The GenAI Divide: State of AI in Business 2025”, elaborado por los expertos del MIT, Aditya Challapally, Chris Pease, Ramesh Raskar y Pradyumna Chari, nos entrega una verdad incómoda: El 95% de los proyectos de IA no generan ningún retorno medible y solo el 5% logra cruzar lo que los autores llaman “la brecha de la IA generativa”, transformando pilotos en soluciones integradas que producen millones en valor.
La pregunta que surge es inevitable: ¿cómo puede ser que, invirtiendo más de 40 mil millones de dólares, la gran mayoría de las empresas no logre resultados tangibles?

El estudio identifica cuatro factores claves. En primer lugar, pilotos que no cruzan la línea de producción y el entusiasmo inicial no se traduce en impacto real, porque la mayoría de los proyectos quedan atrapados en la fase experimental. Segundo, herramientas que no aprenden ni se adaptan. Tercero, inversión mal dirigida, ya que la mayoría del presupuesto se concentra en ventas y marketing, ya que es más fácil mostrar resultados, cuando el ROI más atractivo está en operaciones, procesos financieros y back-office. Y en cuarto lugar aparece el fenómeno del Shadow AI que muestra que mientras las compañías se estancan, los colaboradores ya utilizan ChatGPT, Claude o Copilot en lo personal. La paradoja es brutal: los empleados cruzan la brecha antes que sus organizaciones.
Este fenómeno nos revela un asunto esencial: la tecnología no es la barrera, sino que la falta de visión estratégica, descartando, por tanto, que sea un tema de modelos más grandes ni de presupuestos más millonarios, sino de cómo lideramos la adopción.

En el mismo reporte se explica que las organizaciones que sí logran resultados positivos siguen una clara línea de gestión: se asocian en lugar de construir solas; empoderan a la primera línea, permitiendo que los usuarios más cercanos a los problemas lideren la adopción, en lugar de centralizar todo en un laboratorio corporativo desconectado; y son organizaciones que encuentran la verdadera rentabilidad en optimizar procesos invisibles, reduciendo gastos externos y automatizando tareas críticas de soporte.
Entonces, si el 95% de los proyectos fracasan, el problema no está en la IA, sino que en cómo se piensa, lidera y gestiona esta transformación. Por lo mismo, la pregunta que deberíamos hacernos no es qué modelo de IA es más avanzado, sino qué problema de negocio se quiere resolver y cómo se integra la IA para su aprendizaje y evolución.

La brecha de la IA no es tecnológica, es cultural, organizacional y de liderazgo. Estamos viviendo el nacimiento de lo que el informe llama el “Agentic Web”, un grupo de sistemas capaces de aprender, recordar y coordinarse de manera autónoma. Pero antes de llegar ahí, es urgente resolver un asunto más simple: cómo atreverse a liderar con intención, claridad y estrategia. La IA no fracasa. Fracasan los proyectos sin dirección.