En los últimos años, Chile ha avanzado de manera sostenida en materia ambiental, pero aún tiene una deuda importante: el reciclaje electrónico.

Según un oficio del Ministerio del Medio Ambiente, emitido el 2019, cada año se generan más de 200 mil toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, menos del 10% logra reciclarse adecuadamente. El resto termina en vertederos o, peor aún, abandonado en bodegas y cajones, sin un destino claro.
El problema no es solo de volumen. Los residuos electrónicos — móviles, televisores, electrodomésticos, entre otros— contienen metales pesados y componentes que pueden contaminar suelos y aguas si no se manejan de forma responsable. Pero también esconden una oportunidad: gran parte de esos materiales puede recuperarse, reutilizarse y volver a la cadena productiva.

En ese escenario, iniciativas como “Recicla y Ahorra” de Samsung están ayudando a visibilizar un cambio cultural necesario. Este programa permite a las personas entregar sus dispositivos en desuso para su correcto tratamiento y reciclaje, y al mismo tiempo, promueve la idea de que la tecnología y la sostenibilidad pueden convivir. No se trata solo de un beneficio económico para el consumidor, sino de una invitación a reflexionar sobre el ciclo de vida de los productos que usamos a diario.
Más allá de la marca, lo valioso es el modelo que impulsa: responsabilidad compartida entre empresa y usuario. La ley REP (Responsabilidad Extendida del Productor) ya está empujando a las compañías a hacerse cargo de los residuos que generan, pero las acciones voluntarias, como esta, marcan una diferencia cultural. Le hablan directamente al ciudadano y lo incluyen en la solución.

El reciclaje electrónico no puede seguir siendo un tema técnico o lejano. Es un desafío social, ambiental y educativo. Mientras más empresas, municipios y consumidores se sumen a iniciativas de este tipo, más cerca estaremos de una economía circular real.
Chile tiene la oportunidad de convertirse en referente regional, pero ese camino solo se construye con acciones concretas y, sobre todo, con conciencia.




