Algunas personas temen a los fantasmas o las brujas, pero lo que realmente provoca escalofríos en los equipos de TI son el fraude, las filtraciones de datos y los ciberataques cada vez más sofisticados. En Chile, la digitalización avanza con fuerza en todos los sectores, pero la infraestructura de ciberseguridad no crece al mismo ritmo, dejando a muchas organizaciones expuestas ante un panorama cada vez más complejo.

Según Cut Security, Chile concentra el 7 % de los ciberataques reportados en América Latina, ubicándose como el cuarto país más atacado de la región, con más de 20 mil millones de intentos registrados solo en 2024. Sectores críticos como telecomunicaciones, finanzas y retail ya sienten el impacto de esta situación, que evidencia la urgencia de fortalecer la protección digital.
El crecimiento tecnológico es innegable, pero la seguridad no avanza al mismo paso. Aún existen dispositivos sin gestión, parches pendientes y accesos sin control que se convierten en puertas abiertas. La prevención requiere anticipación: visibilidad total, automatización y monitoreo continuo para detectar amenazas antes de que causen daño.

La seguridad debe ser transversal, no un complemento. Hoy debe integrarse en cada capa: dispositivos, identidades, aplicaciones y datos. Si una pieza falla, toda la organización queda expuesta. No se trata solo de implementar herramientas, sino de construir una cultura de seguridad que comprometa a todos los niveles de la empresa.
Entre los mayores riesgos actuales destacan el uso de dispositivos personales sin protección —herencia del trabajo remoto— y la persistencia de software obsoleto o pirata, que facilita accesos no autorizados. A ello se suman las filtraciones de credenciales y la deficiente gestión de identidades, que permiten movimientos laterales y escalada de privilegios dentro de los sistemas.

La inteligencia artificial también ha transformado el panorama: los ciberdelincuentes la usan para automatizar estafas, perfeccionar suplantaciones y generar contenido fraudulento más convincente. Mientras tanto, el Internet de las Cosas amplía la superficie de ataque con dispositivos poco seguros o sin actualizaciones.
Estas amenazas ya no son relatos de terror, sino realidades que provocan pérdidas, sanciones y daño reputacional. La respuesta pasa por una estrategia basada en visibilidad, control de acceso, automatización y capacitación continua. Solo así la innovación será una oportunidad… y no una trampa.




