Chile ha sido pionero en Latinoamérica (y se mantiene a la vanguardia) en la implementación de 5G, un logro que sin duda marca un hito en el desarrollo tecnológico del país. Pero el verdadero desafío recién comienza: cómo transformar esa red en un motor de productividad, innovación y crecimiento económico.

En el mediano plazo veremos una expansión significativa con la introducción de esta red de manera privada como complemento a la pública. El 5G no se trata sólo de navegar más rápido en el celular.
Su potencial está en la capacidad de conectar miles de dispositivos en tiempo real, habilitando aplicaciones que pueden revolucionar sectores clave: desde la minería y la agricultura de precisión, hasta el transporte inteligente y la telemedicina. Allí radica la verdadera oportunidad de industrializar el 5G, es decir, llevarlo más allá del ámbito de los consumidores y ponerlo al servicio de la economía y la sociedad.

Para lograrlo, será necesario un esfuerzo coordinado. Por un lado, invertir en infraestructura que asegure cobertura más allá de las grandes ciudades. Por otro, fomentar pilotos y proyectos en sectores productivos, acompañados de políticas públicas que impulsen la innovación. Y, sin duda, será clave formar capital humano especializado, capaz de diseñar y operar las soluciones que el 5G puede habilitar.
El mundo avanza rápido en esta dirección. Si Chile quiere mantener su liderazgo regional, debemos movernos con decisión y visión de futuro. El 5G no es un fin en sí mismo, sino una plataforma para el desarrollo. La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿queremos ser solo usuarios de la tecnología, o protagonistas de la transformación que ella permite?

En los próximos tres años, el 5G mejorará sus capacidades y establecerá una alianza natural con la inteligencia artificial. Adicionalmente, el país fortalecerá su capacidad de cómputo y procesamiento de datos.