Se cumplió una década desde la adopción de la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por Naciones Unidas. A pesar del tiempo transcurrido, en Chile—y en muchos otros países—este plan todavía es objeto de mitos, confusiones y lecturas erróneas.

Es importante decirlo con claridad: la Agenda 2030 no es una imposición externa ni responde a un ideario político. Se trata de un acuerdo multilateral que convoca a los países a erradicar la pobreza, proteger el planeta y promover el bienestar de las personas, a través de metas medibles y adaptadas a las realidades nacionales.
Pese a esto, los avances han sido más lentos de lo esperado. Hoy, solo el 17% de las metas está encaminado a cumplirse para 2030, y muchas otras están estancadas o retrocediendo. En este escenario, urge contar con nuevos impulsores que aceleren la acción. Uno de ellos podría ser la inteligencia artificial generativa (Gen AI), que no solo revoluciona la productividad, sino que también abre oportunidades concretas en sectores clave como la agricultura, las finanzas verdes, el diseño sostenible de productos y la trazabilidad en cadenas de suministro.
Según el reciente informe del Pacto Global de Naciones Unidas junto a Accenture, la Gen AI podría convertirse en un catalizador fundamental para avanzar hacia los ODS, siempre que su implementación se guíe por criterios de responsabilidad y ética. La tecnología por sí sola no resolverá los desafíos: se requiere voluntad, liderazgo y un marco regulatorio que permita mitigar sus riesgos. Por ejemplo, el consumo energético de los data centers podría duplicarse entre 2022 y 2026, y se estima que hasta un 47% de las horas laborales actuales podrían ser automatizadas o aumentadas por esta tecnología.
Estamos, sin duda, en un punto de inflexión. La Gen AI puede convertirse en un motor de cambio positivo si se pone al servicio de las personas y del planeta. El sector privado tiene una oportunidad única: liderar esta transición no solo desde la innovación, sino también desde la coherencia con los valores de sostenibilidad y equidad.

Porque la tecnología no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para cerrar la brecha entre la intención y la acción. Y si queremos cumplir con los ODS, necesitamos pasar del compromiso al impacto. Ahora.