En los últimos años, venimos observando un fenómeno curioso en el mercado laboral que se traduce en que cada vez más profesionales se están cambiando de empleo no por más dinero ni tampoco por un cargo más pomposo, sino por una mejor calidad de vida.

Hoy existen candidatos que están dispuestos a sacrificar renta con tal de poder dormir ocho horas sin culpa o pasar un fin de semana sin que su celular suene permanentemente. Y si uno mira el mundo TI, esta tendencia se hace todavía más evidente.
Quienes trabajamos cerca o dentro de áreas tecnológicas sabemos que en Chile los equipos TI suelen ser pequeños. A pesar de esto, se espera de ellos una gran capacidad debido a que deben soportar toda la operación, atender las urgencias del día a día, transformarlo todo digitalmente, mantener los sistemas arriba, y además innovar “por si acaso”. Todo esto con una sonrisa y, ojalá, respondiendo rápido.

Esta realidad ha hecho que el burnout deje de ser una excepción para convertirse en un compañero habitual. Entre los equipos técnicos, el desgaste viene de una montaña de tareas que nunca baja. Hablamos de tickets urgentes, incidentes críticos a las 11 de la noche, etc.
En los gerentes y directivos, en cambio, el cansancio es más silencioso, abarcando presión
estratégica, responsabilidad transversal, expectativas altísimas del negocio y la sensación permanente de estar equilibrando operación y transformación, como quien corre un maratón cargando un notebook en una mano y un tablero de estrategia en la otra.

En palabras simples, los colaboradores se ven afectados por volumen de trabajo, y los líderes, por tensión cognitiva. Pero ambos terminan igualmente agotados.
El mercado laboral chileno confirma todo esto y más, pues hay un éxodo creciente de profesionales TI buscando ambientes más sanos. Y no se van por un mal sueldo, sino porque no quieren seguir viviendo para trabajar.

El famoso equilibrio entre vida personal y trabajo dejó de ser un beneficio; hoy es una exigencia básica.
Las extensas horas extra, los climas laborales desgastantes y los liderazgos distantes hacen que
incluso el mejor talento empiece a mirar hacia la puerta. Y cuando un área estratégica como TI empieza a rotar por cansancio, las organizaciones lo terminan pagando caro.

Frente a lo anterior, la solución al burnout no pasa solo por contratar más gente, sino que por fortalecer el liderazgo. Es decir, lo que menos motiva a un profesional TI es un discurso emocional o clichés de “somos una gran familia”. Lo que más los mueve es sentir que sus líderes son partners reales en la batalla, capaces de guiarlos, priorizar con criterio y asumir responsabilidades cuando
las cosas se complican.
Ese tipo de líder genera pertenencia, confianza y compromiso. Y lo mejor de todo es que no requiere un presupuesto millonario, sino humanidad, claridad y coherencia.

En el fondo, el burnout en los profesionales TI no se soluciona con un after, una gift card o un viernes de “team building”.
Se soluciona con estructuras más sanas, metas más realistas y líderes que entienden que las personas no son máquinas.





