La industria tecnológica suele presentarse como el motor de la innovación, la productividad y el crecimiento futuro. Sin embargo, arrastra un problema que por años ha sido minimizado: la exclusión sostenida de talento femenino.

No estamos frente a una dificultad técnica ni financiera, sino a una falla estructural que condiciona el desarrollo del sector. La evidencia más reciente aportada por SONDA, Duoc UC y Generation confirma que la brecha de género en tecnología no es un fenómeno circunstancial, sino un patrón persistente que debería encender alertas en toda la industria.
Cuando el sistema escolar exhibe 22 puntos menos de interés por la tecnología entre las niñas, el mensaje es claro. No se trata de decisiones individuales, sino de sesgos culturales que siguen moldeando, desde temprano, a quién “pertenece” y quién no al mundo digital.En la educación superior, el sesgo inicial se convierte en una barrera concreta. Las estudiantes reportan 47 puntos más de obstáculos y 27 puntos más de comentarios negativos, señales de una cultura que aún opera como un filtro silencioso.

El desafío ya no es solo ingresar, sino mantenerse y crecer sin la carga de tener que demostrar constantemente la propia capacidad técnica.En el ámbito laboral, las brechas se profundizan. La menor claridad sobre las posibilidades de desarrollo —con diferencias que llegan a 32 puntos— no refleja falta de ambición, sino la ausencia de rutas claras para avanzar. A ello se suma la carga desigual de tareas domésticas y de cuidado, que en la práctica reduce el tiempo disponible para capacitarse o asumir nuevos desafíos.
El costo es claro: Chile impulsa un sector tecnológico en expansión, pero lo hace sin aprovechar una parte importante del talento disponible. En un país con déficit de profesionales digitales, excluir capacidades por factores culturales es ineficiente y limita la competitividad justo cuando la innovación exige equipos más diversos y mejores perspectivas.Equipos diversos entienden mejor a sus usuarios, plantean soluciones más creativas y fortalecen la capacidad de adaptación.

Reducir la presencia de mujeres en áreas técnicas equivale a reducir la capacidad del país para competir.La discusión ya no necesita nuevos diagnósticos, porque las cifras hablan por sí solas. Lo que falta es decisión para transformar esa evidencia en acción, cambiar incentivos, revisar culturas internas, asegurar entornos libres de sesgos, visibilizar referentes y construir trayectorias reales de desarrollo.
La brecha de género no se cerrará por inercia, sino cuando la industria deje de verla como un tema de inclusión y la asuma como un desafío directo de competitividad. Si Chile aspira a liderar la economía digital, no puede hacerlo con solo la mitad de su talento. El sector tecnológico desplegará todo su potencial únicamente cuando refleje la diversidad del país que lo sostiene.




