A medida que la Inteligencia Artificial (IA) se posiciona como un motor central de la transformación digital, los directorios corporativos enfrentan una responsabilidad ineludible: garantizar que su adopción ocurra bajo marcos de gobernanza sólidos, éticos y alineados con la estrategia empresarial.
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En ese aspecto, los directorios tienen el deber fiduciario de velar por el interés de la organización, lo que hoy implica comprender y supervisar el impacto de los sistemas inteligentes en los procesos de negocio, en los derechos de los stakeholders y en la reputación institucional.
Una inadecuada gobernanza de la IA puede traducirse en la consecución de riesgos legales por uso indebido de datos personales; daño reputacional ante decisiones automatizadas injustas o discriminatorias; pérdida de confianza por falta de transparencia y rendición de cuentas, y riesgos éticos, que comprometen los valores corporativos.
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El directorio no puede delegar completamente estas responsabilidades técnicas: debe garantizar que existen políticas, mecanismos de control y liderazgo ético al más alto nivel.
Para asegurar una gobernanza efectiva de la IA, los directorios además deben conocer los principios que deben guiar su supervisión y las capacidades que deben desarrollar para liderar con integridad en la economía digital.
Para ello, se requiere que promuevan y fiscalicen una serie de principios fundamentales. Entre ellos, se encuentra la transparencia y explicabilidad. Es decir, las decisiones tomadas por sistemas de IA deben ser trazables y comprensibles. La opacidad algorítmica (black box) es incompatible con una supervisión efectiva.
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Otros son la ética y equidad. Esto se refiere a que deben asegurarse que los sistemas sean diseñados para minimizar sesgos y promover la no discriminación, especialmente cuando afectan a clientes, empleados o ciudadanos.
El consentimiento y privacidad es otro de los principios a considerar, pues el uso de datos debe ser informado, proporcional y legítimo. Modelos como la IA federada (centralizada) permiten reducir riesgos sin sacrificar funcionalidad.
La mitigación de riesgos es otro principio importante. El directorio debe asegurar que existen auditorías periódicas, simulaciones de escenarios adversos y políticas para gestionar fallos imprevistos.
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Para cumplir su rol estratégico, los directorios deben evolucionar hacia la capacidad técnica mínima, donde los miembros puedan comprender los fundamentos de la IA, sus riesgos y su funcionamiento básico, incluyendo sesgos, entrenamiento de modelos y uso de datos.
Contar con instancias especializadas, como comités de ética digital o de innovación responsable, con asesoría externa en ciberseguridad, privacidad e IA. Al mismo tiempo, deben tener una supervisión estratégica. En ese aspecto, los proyectos de IA deben estar alineados con los objetivos corporativos y no ser simplemente iniciativas aisladas del área tecnológica. La gobernanza debe garantizar que la innovación no socave la integridad institucional.
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El directorio debe establecer el tono ético desde arriba («tone at the top») y monitorear que los líderes refuercen activamente los valores corporativos ante decisiones automatizadas.
Los directorios deben pasar de un enfoque reactivo centrado en el cumplimiento regulatorio, a uno proactivo de gobernanza estratégica. Gobernar la IA no se trata solo de evitar sanciones, sino de construir confianza, proteger la reputación y garantizar que la tecnología se utilice para generar valor de forma sostenible y justa.
Jonathan Munizaga
Deben tener en cuenta que su rol consiste en proteger los intereses de los stakeholders, alinear la tecnología con la misión institucional y reafirmar el liderazgo ético del directorio.
La economía digital demanda directores que comprendan la IA no solo como herramienta, sino como fenómeno estructural que transforma la manera en que se lidera, se decide y se compite.
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